Esta frase puede ser habitual en la infancia y sobre todo durante la adolescencia. Puede ser motivo de discusiones en casa con nuestros hijos ya que demoran cada vez más la hora de irse a dormir. Después, a la mañana siguiente, no son capaces de despertarse a una hora adecuada para ir al instituto y todo son prisas por haber apurado al máximo el tiempo de estar en la cama. Después, el fin de semana o en vacaciones, cuando el ritmo es libre y no hay “obligaciones”, la tendencia va a peor, se pueden acostar de madrugada y levantarse prácticamente a mesa puesta a la hora de la comida. ¿Pero es normal que estoy sea así? La respuesta es sí y no.
Lo que se acaba de describir es un caso claro de retraso de fase, un trastorno del ritmo circadiano que con mucha frecuencia vemos en consulta. En la adolescencia existe una cierta tendencia natural a ello, a ser más nocturnos, más búhos. Sin embargo, este trastorno puede tener consecuencias tales como el fracaso escolar. Existen del mismo modo factores que agravan este cuadro. Como bien es sabido, la luz es un regulador natural del sueño en el ser humano. Cuando percibimos luz nuestro cerebro entiende que tiene que estar despierto. El uso de dispositivos retroiluminados hasta justo el momento antes de ir a dormir es sumamente perjudicial y agrava el retraso de fase. En segundo lugar, el ejercicio físico también es otro regulador del sueño. Durante la actividad física se liberan sustancias que activan nuestro cerebro, con lo cual, una clase de fútbol o baloncesto pocas horas antes de tener que ir a dormir es otro factor que empeorará un retraso de fase.
Ambos escenarios se ven con suma frecuencia en la consulta. La pregunta que todos los padres se hacen es ¿Esto tiene solución? Pues afortunadamente sí la tiene. Es imprescindible hacer una adecuada evaluación clínica y en ciertos casos realizar alguna prueba diagnóstica. Una vez identificado el problema, se realiza un “reentrenamiento” del sueño para corregir los ritmos circadianos. Nos basamos en tres pilares de trabajo:
El pronóstico es excelente, siendo posible curar la mayor parte de los casos. Es cierto que requiere una cierta disciplina por parte del paciente, sin embargo y en nuestra experiencia, es sencillo seguir el tratamiento una vez el paciente percibe una mayor productividad, mejores resultados y más autoestima, por lo que logra un gran beneficio con la misma.
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